Teoría de la Deriva Continental

A principios del siglo XX, en el año 1912, el meteorólogo y geofísico alemán Alfred Wegener formuló la Teoría de la Deriva Continental; quién llegó a la conclusión de que durante la historia geológica de la Tierra había tenido lugar un desplazamiento de los continentes.
Según Wegener, hace más de 300 millones de años existía un gran y único continente compacto denominada Pangea que comenzó a fragmentarse. De este proceso surgieron en la Era Secundaria dos continentes, Gondwana al sur y Laurasia al norte, que posteriormente fueron dando lugar a los actuales continentes. En cuanto a cómo se desplazaban los continentes, Wegener adujo que se movían sobre otra capa más densa de la Tierra compuesta por los fondos oceánicos.
Su teoría se asentaba en el hecho de que la forma de los continentes puede encajarse como las piezas de un ropecabezas, y por las similitudes que existen entre las estructuras geológicas y las evoluciones paleogeográficas de ambos lados del Océano Atlántico.
Lo que volvió aceptable esta idea fue un fenómeno llamado paleomagnetismo. Muchas rocas adquieren en el momento de formarse una carga magnética cuya orientación coincide con la que tenía el campo magnético terrestre en el momento de su formación.
A finales de la década de 1950 se logró medir este magnetismo antiguo y muy débil (llamado "paleomagnetismo") con instrumentos muy sensibles. El análisis de estas mediciones permitió determinar dónde se encontraban los continentes cuando se formaron las rocas. Se demostró así que todos habían estado unidos en algún momento del pasado.
Por otra parte, desconcierta el hecho de que algunas especies botánicas y animales se encuentren en varios continentes. Es impensable que estas especies puedan ir de un continente a otro a través de los océanos, pero sí podían haberse dispersado fácilmente en el momento en que todas las tierras estaban unidas. Además, en el oeste de África y el este de Sudamérica se encuentran formaciones rocosas del mismo tipo y edad.

La teoría de Wegener era acertada respecto al desplazamiento de los continentes, pero los científicos de la época rechazaron su explicación sobre el mecanismo que producía dicho movimiento. Medio siglo después, la Deriva Continental sirvió como base para la Teoría de la Tectónica de Placas. Con ella, la ciencia admitió, por fin, la expansión del fondo oceánico que Wegener había propuesto.

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